14 enero 2011

EL PAPA PIDE A OCCIDENTE QUE EL ESTADO NO MONOPOLICE LA EDUCACIÓN

Al felicitar el nuevo año al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede


CIUDAD DEL VATICANO, lunes 10 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI alentó la promoción de sistemas educativos respetuosos con el derecho de los padres a escoger la educación de sus hijos.

Lo hizo en el discurso que dirigió a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede al recibirles este lunes por la mañana en audiencia en la Sala Regia del Palacio Apostólico vaticano para la presentación de las felicitaciones para el nuevo año.

“Exhorto a todos los Gobiernos a promover sistemas educativos que respeten el derecho primordial de las familias a decidir la educación de sus hijos, inspirándose en el principio de subsidiariedad, esencial para organizar una sociedad justa”, dijo.

El Papa calificó como “preocupante” que el servicio que las comunidades religiosas ofrecen a la sociedad a través de iniciativas en el ámbito de la educación de las jóvenes generaciones “sea puesto en peligro u obstaculizado por proyectos de ley que amenazan con crear una especie de monopolio estatal en materia escolástica”.

E indicó que esto “se puede constatar por ejemplo en algunos países de América Latina”, donde muchos países están celebrando “el segundo centenario de su independencia, ocasión propicia para recordar la contribución de la Iglesia católica en la formación de la identidad nacional”.

En referencia al ámbito educativo y las amenazas a la libertad de las familias, el Papa lamentó que en algunos países europeos “se ha impuesto la participación a cursos de educación sexual o cívica que transmiten una concepción de la persona y de la vida pretendidamente neutra, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la justa razón”.

Marginación de la religión

El Pontífice también se refirió a otras amenazas que el pleno ejercicio de la libertad religiosa sufre en Occidente.

Habló a los diplomáticos presentes de “los países que conceden una gran importancia al pluralismo y la tolerancia, pero donde la religión sufre una marginación creciente”.

“Se tiende a considerar la religión, toda religión, como un factor sin importancia, extraño a la sociedad moderna o incluso desestabilizador, y se busca por diversos medios impedir su influencia en la vida social”, advirtió.

“Se llega así a exigir que los cristianos ejerzan su profesión sin referencia a sus convicciones religiosas o morales, e incluso en contradicción con ellas”, añadió.

En este sentido, puso el ejemplo de las “leyes que limitan el derecho a la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios o de algunos profesionales del derecho”.

Y a la vez, apuntó como “un motivo de alegría que el Consejo de Europa, en el mes de octubre pasado, haya adoptado una Resolución que protege el derecho del personal médico a la objeción de conciencia frente a ciertos actos que, como el aborto, lesionan gravemente el derecho a la vida”.

También destacó que “otra manifestación de marginación de la religión y, en particular, del cristianismo, consiste en desterrar de la vida pública fiestas y símbolos religiosos, por respeto a los que pertenecen a otras religiones o no creen”.

“De esta manera -indicó-, no sólo se limita el derecho de los creyentes a la expresión pública de su fe, sino que se cortan las raíces culturales que alimentan la identidad profunda y la cohesión social de muchas naciones”.

Sobre la cuestión de la exposición pública de símbolos religiosos, recordó que “el año pasado, algunos países europeos se unieron al recurso del Gobierno italiano en la famosa causa de la exposición del crucifijo en los lugares públicos”.

Y expresó su “gratitud a las autoridades de esas naciones, así como a todos los que se han empeñado en este sentido, episcopados, organizaciones y asociaciones civiles o religiosas, en particular al Patriarcado de Moscú y a los demás representantes de la jerarquía ortodoxa, y a todas las personas, creyentes y también no creyentes, que han querido manifestar su aprecio por este símbolo portador de valores universales”.

Finalmente, subrayó que “reconocer la libertad religiosa significa, además, garantizar que las comunidades religiosas puedan trabajar libremente en la sociedad, con iniciativas en el ámbito social, caritativo o educativo” y destacó que “se puede constatar por todo el mundo la fecunda labor de la Iglesia católica en estos ámbitos”.

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